Cuenta tu edad por amigos, no años. Cuenta tu vida por sonrisas, no por lágrimas.
John Lennon
El hombre es el cazador, y la mujer es su caza.
Alfred Tennyson
Es preciso que los hombres conozcan el mal para poder evitarlo y entregarse a la práctica del bien.
Confucio
Si la gente tiene tiempo de ser mezquina, es señal de que no están suficientemente ocupados con su trabajo.
Donald Trump
Porque los catalanes siempre hablan de lo mismo, es decir, de trabajo... No hay en la Tierra gente más aficionada al trabajo que los catalanes. Si supieran hacer algo, serían los amos del mundo.
Eduardo Mendoza
Bajo la corrupción no tienen sitio ni Patria ni El Amor ni La Verdad. Si todo tiene un precio, ¿Adónde está el ideal que nos guiaron a creer y respetar?
Fernando Delgadillo
El embrutecimiento de un pueblo hace nacer la inmoralidad en las clases altas y esta inmoralidad se propaga y llega con toda la potencia adquirida durante su carrera, a los últimos peldaños de la jerarquía social.
Flora Tristan
Soy tan partidario de la disciplina del silencio que podría hablar horas enteras sobre ella.
George Bernard Shaw
¡Pensar que nunca habría pintado si mis piernas hubieran sido un poco más largas!
Henri de Toulouse-Lautrec
Es tan absurdo pretender que un hombre no puede amar siempre a la misma mujer, como pretender que un buen violinista no puede tocar siempre el mismo instrumento.
Honoré de Balzac
Todos nuestros paisajes, son del agua y por el agua.
Ismael Díaz Lázaro
Si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma mucha gente al verme sonreír lloraría conmigo.
Kurt Cobain
La tristeza es una enfermedad en la que cada paciente debe tratarse a sí mismo.
Molière
Codelco es como una vaca fina holandesa que produce muchos litros de leche, pero hay una teta lateral que sirve para engordar terneritos ajenos.
Nelson Ávila
Quizá, cuando uno tenía ochenta años, sólo se atenía a las costumbres, porque al haberse ya desinteresado el cuerpo de la sexualidad y la mente de la reflexión, las cosas pequeñas de la vida contaban más que las grandes y, finalmente, uno iba convenciéndose lentamente de que lo único cierto era que nada importaba.
P. D. James
Acuérdome de aquellos abetos negros y altísimos, cuyas delgadas cimas yo creía que rozaban el cielo. Era una infantil ignorancia; ahora, empero, ¡cuán poco placer me reporta el saber que estoy mucho más lejos del cielo que cuando yo era niño!
Thomas Hood