El consumismo consume todo cuestionamiento. El pasado se vuelve obsoleto. En consecuencia la gente pierde su individualidad, su sentido de identidad y entonces se afianza y busca un enemigo para poder definirse a sí misma.
John Berger
Hay hombres que no pueden estar cinco minutos con una mujer sin adoptar el aire de maridos.
Alfred Capus
Lo que se entierra, Nela, no es más que un despojo, un barro inservible que no puede pensar, ni sentir, ni tampoco ver.
Benito Pérez Galdós
La maldad es generalmente un producto de la ociosidad social.
Harold Hart Crane
La arquitectura, la escultura, la pintura, la música y la poesía, pueden ser llamadas las eflorescencias de la vida civilizada.
Herbert Spencer
Descartemos la solución providencial, la de un hombre que surge y lo arregla todo: esta solución cabe esperarla siempre, a condición de no contar nunca con ella.
Joan Maragall y Gorina
Del mismo modo que después de la comida los hombres deben andar una milla, las mujeres deben hablar una hora. Éste es su ejercicio.
John Fletcher
Divide y optén el poder.
Julio César
Un mito no es un mito hasta que puede anunciar un perfume o una marca de zapatillas.
Manuel Vicent
El sol, el agua y el ejercicio conservan perfectamente la salud a las personas que gozan de una salud perfecta.
Noel Clarasó
Incluso el amor es simplemente una cuestión de fisiología. No tiene nada que ver con la voluntad. Los jóvenes quieren ser fieles y no lo son; los viejos quieren ser infieles y no pueden.
Oscar Wilde
Manos de hombres y de pueblos que se extienden menos en gestos de súplica, y se van haciendo cada vez más, manos humanas que transformen el mundo.
Paulo Freire
Leemos mal en el mundo y después decimos que nos engaña.
Rabindranath Tagore
El mundo ha cambiado. Existen muchas más opciones donde elegir, pero cada vez hay menos tiempo para poder descartar.
Seth Godin
A nosotros, oh rey, nos parece esto motivo de temor, pero mientras no lo conozcas del todo por boca del que estaba presente, ten esperanza.
Sófocles
El espectáculo no se acaba hasta que canta el sinsajo.
Suzanne Collins