La vida se me debatÃa en el pecho, con unos Ãmpetus de ola marina, se me evadÃa la consciencia, yo descendÃa a la inmovilidad fÃsica y moral, y el cuerpo se me hacÃa planta, y piedra, y lodo, y cosa alguna.
El hombre sano no tortura a otros, por lo general es el torturado el que se convierte en torturador.