Podría darse el caso de que nos quitaran el Atlético de Madrid porque el juez sólo hace caso de invenciones, alarmas y titulares.
Jesús Gil y Gil
Cuerpo de la mujer o mar de oro donde, amando las manos, no sabemos, si los senos son olas, si son remos los brazos, si son alas solas de oro.
Blas de Otero
El que seduce a un juez con el prestigio de su elocuencia, me parece más culpable que el que lo corrompe con dinero.
Cicerón
Cuando los nuevos pensamientos echaron fuera todos esos horribles temores, la vida renació en él. La sangre corrió por sus venas y le inundó una enorme fuerza. Su pensamiento científico no tenía nada de extraño. Era una fórmula simple y práctica de desechar a tiempo los pensamientos sin esperanzas, para dar cabida a una enorme determinación y valentía.
Frances Hodgson Burnett
Eres más consciente que antes de lo que es importante y lo que es trivial. Tu ser querido vivió, pero tú todavía estas vivo. ¡Vale la pena esperar al futuro!
Henry David Thoreau
Levántate pronto, trabaja hasta tarde y encuentra petróleo.
John D. Rockefeller
La belleza del fruto está en proporción del tiempo que transcurre entre la semilla y la recolección.
John Ruskin
Para mí la idea moral es la única que puede regenerar a la sociedad.
Leandro Alem
Cuando somos capaces de conocernos a nosotros mismos, rara vez nos equivocamos sobre nuestro destino.
Madame de Staël
Cada ser humano es una isla, donde sólo convive con su conciencia y en ocasiones con un lago quieto que le informa sobre qué rasgos asume su rostro de náufrago.
Mario Benedetti
Para inventar algo hacen falta dos. Uno idea combinaciones, el otro escoge.
Paul Valéry
Un hombre tiene que escoger. En esto reside su fuerza: en el poder de sus decisiones.
Paulo Coelho
A palabras necias, oídos sordos.
Proverbio
Se volvió a gusano mariposa, cansada de volar y no poder arrastrarse al fondo de las cosas, a ver si dentro puede comprender.
Roberto Iniesta
El destino se abre sus puertas.
Virgilio
El señor Ramsay abrió los brazos al tropezar en el pasillo una mañana oscura, pero, como la señora Ramsay había muerto de forma inesperada la noche anterior, los brazos extendidos siguieron vacíos.
Virginia Woolf