Al hombre que sabe lo que es devoción sincera, que se consume al servicio de una causa digna, al que, en el mejor de los casos, conoce finalmente el logro supremo del triunfo y, en el peor, si falla cuando mayor es su osadía, sabe que su lugar nunca estará entre esas almas tímidas y frías que jamás conocen la victoria ni la derrota.