La muerte me obsesiona, sí lo hace. Realmente no puedo entender por qué no lo hace obsesionarse todos - Yo creo que sí de verdad, estoy un poco más fuera de él.
J. K. Rowling
Las grandes lides de nuestro tiempo no se resuelven en los campos de batalla, sino en los templos del ocio.
Bruce Wagner
Vengo de una familia de intelectuales.
Citto Maselli
¿Los editores hacemos los libros mejores, o sólo diferentes?
Colin Firth
Todas las obras de arte deben empezar por el final.
Edgar Allan Poe
Intentó recordar frases de consuelo de alguna situación similar que hubiera vivido en el pasado. Tras rebuscar en su limitada memoria inútilmente, una certeza le golpeó en plena cara: él jamás había consolado a nadie.
Fernando Trujillo Sanz
Es mucho más fácil el papel del amante que el del marido; por la razón de que es más difícil ser ingenioso todos los días que decir cosas bonitas de cuando en cuando.
Honoré de Balzac
Disentir es uno de los derechos que le faltan a la Declaración de los Derechos Humanos.
José Saramago
Con demasiada frecuencia algunos hombres sacrifican el ser al ser distintos.
Julián Marías
Nadie puede jactarse de no haber sido despreciado alguna vez.
Luc de Clapiers
No le pido tanto al presidente electo de El Salvador, salvo que no olvide ninguna de las palabras que pronunció la noche de su triunfo ante los miles de hombres y mujeres que habían visto nacer finalmente la esperanza.
Mauricio Funes
Puede que sea imposible disfrazarse con una identidad sin convertirse en lo que se finge ser.
Orson Scott Card
Mejor ser un cohete caído que no haber resplandecido nunca.
Oscar Wilde
Nunca será posible desembarazarse por completo del mal, pues siempre debe haber algo contrario al bien.
Platón
El lenguaje es una ordenación de voces; la economía, una ordenación de intereses; el derecho, una ordenación de conductas; el juego, una ordenación de jugadas.
Ricardo Olivós
El presidente Snow solía... venderme..., vender mi cuerpo, quiero decir -empieza con voz monótona y distante-. Y no fui el único. Si pensaban que un vencedor era deseable, el presidente lo ofrecía como recompensa o permitía que lo comprasen por una cantidad de dinero exorbitante. Si te negabas, mataba a algún ser querido. Así que lo hacías.
Suzanne Collins