Había conocido en mi vida a los más grandes artistas y a la gente más culta y triunfadora, pero ninguno de ellos era feliz, aunque algunos lo simularan. Detrás de la máscara podía adivinarse, sin mucha clarividencia, la misma angustia y el mismo padecimiento. Y es que en este mundo no existe quizá la dicha. No hay sino momentos felices.