En el mundo hay cuatro clases de personas: los enamorados, los ambiciosos, los observadores y los imbéciles. Estos últimos son los más felices.
Hippolyte Taine
La economía moderna es dirigida. O la dirige el Estado o la dirigen los poderes económicos. Estamos en un mundo económicamente organizado por medidas políticas, y el que no organiza su economía políticamente es una víctima.
Arturo Jauretche
Tú conjuras silencios, yo conjuro palabras intentando con ellas esquivar el infierno, que no está, como dicen, debajo de nosotros, sino que nos habita. Un estado mental en el que las estrellas se nos antojan pulgas que nos pican el alma. El infierno es un hombre que dialoga con su desdicha cada día.
Beatriz Villacañas
Desaprender la mayor parte de las cosas que nos han enseñado es más importante que aprender.
Eduardo Punset
Cuando digo que mira, miento. No mira, sino que contempla distraídamente. De modo que quizá sólo fugazmente, casi sin querer, puede ocuparse de lo que le rodea.
Fiódor Dostoyevski
Bueno para rey el que tiene de rey y de hombre.
Francisco de Quevedo
¿Qué es la gloria? Conseguir que se digan muchas majaderías a cuenta de un hombre.
Gustave Flaubert
Si no hay vuelo te llevamos en un globo, quedate tranquila A una modelo mejicana.
Héctor Veira
La república muy estragada no sufre remiendos, y por esto se ha de renovar del todo.
Joaquín Setantí
Cuando el amor es rey, no necesita palacio.
José Narosky
Más allá del dolor y la alegría, la dignidad de ser.
Marguerite Yourcenar
La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres... así la Iglesia encuentra su salvación.
Óscar Romero
El que persigue un sistema le tiene horror a la verdad.
Ralph Waldo Emerson
De un escritor como Günter Grass uno puede esperar una obra maestra hasta en el lecho de muerte, aunque por ahora todo parece indicarnos que Mi Siglo (Alfaguara) será el penúltimo de sus grandes libros.
Roberto Bolaño
Lo enormemente doloroso del trabajo manual es que se está obligado a esforzarse durante largas horas simplemente para existir. El esclavo es aquél al que no se le propone bien alguno cómo objeto de sus fatigas, sino la mera existencia.
Simone Weil
De aquí aquellas lágrimas.
Terencio