En su consternación, oficiales austríacos, llenos de desesperación y de rabia, van al encuentro de la muerte, no sin vender cara su vida; algunos, en el exceso de su pena, se suicidan, no queriendo sobrevivir a esta fatal derrota; los más no se reincorporarán al respectivo regimiento sino cubiertos de la sangre de sus heridas o de la del enemigo. Rindamos a su bravura el homenaje que merece.