Hay, en todo, algo inexplorado, porque estamos habituados a no servirnos de nuestros ojos, sino con el recuerdo de lo que se ha pensado antes que nosotros sobre aquello que contemplamos.
Guy de Maupassant
Mi pobreza no es total: falto yo.
Antonio Porchia
El capitalismo no es meramente práctico, sino que es el único sistema moral de la historia.
Ayn Rand
Para vida reposada (y otra no es la que Dios nos mandó) basta mujer de tal traza que me traiga paz en casa; todo el resto tengo yo.
Bartolomé Torres Naharro
Tú no perderás tu sangre fría, porque por tus venas no corre más que agua helada, pero mi sangre está hirviendo y tu frialdad me excita hasta lo inconcebible.
Emily Brontë
Viendo este filósofo a sus ciudadanos tan dados a los deleites y por otra parte edificar tan suntuosamente, dijo: Los Agrigentinos así se dan a los deleites como si mañana hubiesen de morir, y así edifican como si siempre hubiesen de vivir.
Erasmo de Róterdam
Todavía es cierto que el hombre es más singularmente humano cuando convierte los obstáculos en oportunidades.
Eric Hoffer
Mi oración es así. Tú estás en todo y todo en mí.
Gerardo Diego
El invicto Hércules, mi hijo laborioso, que con los despojos del león y su maza parece que defienda las veintiocho estrellas que se ha ganado con más acciones heroicas que ningún otro haya hecho jamás,...
Giordano Bruno
Siempre he pensado que las acciones de los hombres son las mejores intérpretes de sus pensamientos.
John Locke
Las cosas más gratas en el mundo son los pensamientos agradables. El gran arte de la vida consiste en tener tantos de aquellos pensamientos como sea posible.
Michel de Montaigne
El que no sabe callar lo que debe, no sabe hablar lo que debe.
Pítaco de Mitilene
Sabiduría del cauto es atender a su conducta, la necedad de los tontos es engaño.
Salomón
Ninguna ley tiene carácter retroactivo.
Teddy Bautista
Suerte es lo que a uno no le toca padecer.
Viktor Frankl
Las lágrimas corrieron por su rostro. Su mano temblorosa buscó el apoyo de la mesa para poder sostenerse, mientras me tendía la otra. La tomé entre las mías, estrechándola con firmeza. Cayó mi cabeza sobre aquella mano fría. Mis lágrimas la humedecieron y mis labios se apretaron contra ella. No fue un beso de amor. Fue una contracción de agonía desesperada.
Wilkie Collins