El tiempo se dobla sobre sí mismo. Irrumpe la mañana. Ahora me detendré, pues es de día.
Gore Vidal
La dificultad de reconocer a un genio único consiste precisamente en que tal genio no tiene común medida.
Alberto Manguel
Una de las maneras más fáciles de sentirse bien con uno mismo es reconocer lo que hay de hermoso en los demás.
Andrew Matthews
La mente mueve las montañas.
Anónimo
Sé también que es tan imposible que el vulgo se libere de la superstición como del miedo.
Baruch Spinoza
Más sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir.
Benito Pérez Galdós
Todo en la creación es esencialmente subjetivo y el sueño es un teatro donde el soñador es a la vez escenario, actor, gerente, autor, público y crítico.
Carl Gustav Jung
Sé que ustedes los abogados pueden fácilmente cambiar las palabras y su significado a su antojo.
John Gay
Las religiones son uno de los peores ingredientes que las humanidades han ido produciendo.
Julio Anguita
Es difícil ser humilde, cuando uno es tan grande como yo.
Muhammad Ali
Dejad que vuestro ánimo remonte las dificultades. No existiría ninguna voluntad si no hubiera ninguna resistencia.
Nilakanta Sri Ram
La ética de que hablo es la que se sabe afrontada en la manifestación discriminatoria de raza, género, clase. Es por esta ética inseparable de la práctica educativa, no importa si trabajamos con niños, jóvenes o adultos, por la que debemos luchar.
Paulo Freire
A nadie le amarga un dulce, y más a las mujeres, que siempre nos gusta que nos digan que estamos guapas.
Pilar Rubio
Grupos ultranacionalistas y ultrarreligiosos están incendiando el planeta con el anhelo de volver a crear mil pequeñas naciones. Es un sueño feroz y excluyente, porque se envuelven en esos trapos de colores que llaman banderas y se degüellan los unos a los otros, como si encontraran su identidad, precisamente, en el hecho de poder odiar a alguien.
Rosa Montero
Mi único miedo a la muerte es volver reencarnado.
Tupac Shakur
A menudo la risa sirve para confundir a los malvados y para poner en evidencia su necedad.
Umberto Eco