La verdadera libertad reside en un poder de decisión, de constitución de los problemas mismos: este poder, semidivino, implica tanto la desaparición de los falsos problemas como el surgimiento creador de los verdaderos: la verdad es que, en filosofía e incluso en otros campos, se trata de encontrar el problema y, por consiguiente, de plantearlos más aún que de resolverlos.