El hombre no es una estrella, sino un rápido carbón.
George Herbert
Toda la Historia es historia contemporánea.
Benedetto Croce
El corazón sólo recuerda nubes, perdidos sueños e intangibles formas.
César Brañas
Que viviré algo más es lo que creo, gracias a ese mirar tan luminoso; y moriré, si no atiendo al deseo.
Francesco Petrarca
Los corazones de todos los hombres moran en la misma soledad.
Frank Herbert
Somos siempre en el mundo como dice Heidegger. Pero como nosotros mismos somos el mundo, entonces el mundo siempre es en el individuo.
Horst Matthai Quelle
La vida de modelo y reina no me gustó
Jery Sandoval
Debe trabajar el hombre para ganarse su pan, pues la miseria en su afán ha de perseguirlo de mil modos, toca en la puerta de todos, y entra en la del haragán.
José Hernández
¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente? ¡A fuerza de cosas pequeñas!
Josemaría Escrivá de Balaguer
Se puede volver uno esclavo de muchas cosas. Incluso de su propio egoísmo. Pues se requiere independencia y libertad para elevarse por encima de los deseos de uno.
Jostein Gaarder
Lluvia de pétalos. Agua de neblinas lejanas quisiera beber.
Kobayashi Issa
Las miradas dicen lo que los labios callan, y que el amor es amor cuando se siente de corazón.
Megan Maxwell
El plan del mundo se basa en la crueldad, es una aventura muy simple, que a mí en particular no me atrae demasiado ni tampoco me interesa, no, estimado señor, porque no me interesa esa clase de armonística en la cual imperan los grandes principios sin prestar atención alguna al individuo.
Milán Füst
En virtud de la actividad sutil del ki, armonizamos la mente y el cuerpo y la relación entre el individuo y el universo. Cuando la actividad sutil del ki es malsana, el mundo cae en la confusión, y el universo, en el caos. La armonización de un ki mente - cuerpo unido con la actividad del universo es decisiva para el orden y la paz en el mundo.
Morihei Ueshiba
Los moralistas son personas que se rascan allí donde a otros les pica.
Samuel Beckett
Condenando el parasitismo de la Nobleza inglesa y la naciente clase capitalista, Moro describió a los propietarios de profesion, como los zánganos, viven del trabajo ajeno, concretamente del trabajo vivo de los inquilinos, a los que mondan hasta la carne viva.
Tomás Moro