Aunque toda sociedad está basada en la intolerancia, todo progreso estriba en la tolerancia.
George Bernard Shaw
Con frecuencia he ganado la comprensión real de la naturaleza de los padres mediante el estudio de los hijos.
Arthur Conan Doyle
El huevo tiene una forma perfecta a pesar de que se hace con el culo.
Bruno Munari
Yo rechazo la mentira porque sé que la ignorancia ha sido la gran aliada de la opresión a lo largo de la historia.
Fidel Castro
¡Si uno se mirase desde afuera sin piedad, sin llorar, sin bondad, sin jamás dejarse engañar!
Fito Páez
Para conocer una cosa hay que conocer bien sus detalles.
François de La Rochefoucauld
Estaba completamente exaltado, como el hombre que ve y que camina sin hacer ningún ruido, en una ciudad de ciegos. Me entraron ganas de bromear, de asustar a la gente, de darle una palmada en la espalda a algún tipo, de tirarle el sombrero a alguien, de aprovecharme de mi extraordinaria ventaja.
H. G. Wells
No nos es tan querido lo duradero, inmóvil: piedra preciosa con un fuego frío, pesada barra de oro refulgente; y las mismas estrellas extrañas, alejadas, no parecen iguales a nosotros, seres transitorios, pues la hondura del alma no la alcanzan.
Hermann Hesse
No aprovechan los trabajos si no han de enseñarnos nada; el hombre de una mirada todo ha de verlo al momento. El primer conocimiento es conocer cuándo enfada.
José Hernández
Presenciar no es nada. Presenciar es estar muerto. Eso era lo que él (Pessoa) quería decir.
José Saramago
He comprendido que somos sordos y ciegos, que venimos de la noche para volver a la noche sin saber nada de nuestro destino.
Julien Green
La fiesta sólo acaba de empezar. Aquí es donde empieza la diversión.
Kobe Bryant
Cuando visito un país, me preocupa menos conocer cuáles son sus leyes que saber si se aplican.
Montesquieu
Mi ejército no tiene bandera, es sólo un corazón.
Roberto Iniesta
El cuerpo del hombre no es un hogar, sino una posada, y esto por poco tiempo.
Séneca
Un jesuita es capaz de zamparse un par de templarios a la hora del almuerzo, y otros dos a la hora de la cena.
Umberto Eco