Hemos de contemplar la historia universal según su fin último. Este fin último es aquello que es querido en el mundo. Sabemos que Dios es lo más perfecto. Por tanto, Dios sólo puede quererse a sí mismo, y a lo que es igual a sí. Dios y la naturaleza de su voluntad son una misma cosa; y ésta es la que filosóficamente llamamos la idea.