Cuando celebramos la ignorancia y hacemos de ello el Estándar Nacional de la Excelencia, nos avergonzamos a nosotros mismos. Lo celebramos con éxitos, con comedias en televisión, algunas películas, algunos anuncios y, muy extensamente, en nuestras escuelas. Nuestro sistema escolar prepara a los niños para ser ignorantes, con estilo, ignorantes funcionales.