Con lo que odio las aguas quietas, digo, me exaspera la gente sosegada: la que arrulla que te arrulla el sueño de que el tiempo pasado fue mejor; la que no dice, ¡ejem!, esta boca es mía, este país es mío; la gente que joroba por quitarnos el aire con sus quejas de hipocondría pura y que hoy, como siempre, se la encuentra sembrando una rosa y cortando un clavel.
El Real Madrid no puede ser un club de millonarios sino de deportistas, extraordinarios deportistas.