Es mejor el hombre que confiesa francamente su ignorancia, que quien finge con hipocresía.
Fiódor Dostoyevski
Ni hay consuelo en el dolor cual ser justo el que padece.
Alonso de Barros
Después de cada batalla se encogía su corazón, el debía mostrar orgullo cuando sólo sentía horror. Preguntaba siempre al cielo que no había ganado que; pero nunca nadie supo responder.
Amaia Montero
El sentirte feliz como persona es superior a cualquier triunfo, es como lo veo.
Andrés Iniesta
La regla de oro de todo negocio es: engaña a los demás, de lo contrario te engañarán ellos.
Charles Dickens
Hemos dicho que todos los argumentos acerca de la existencia se fundan en la relación causa-efecto, que nuestro conocimiento de esa relación se deriva totalmente de la experiencia y que todas nuestras conclusiones experimentales se dan a partir del supuesto de que el futuro será como ha sido el pasado.
David Hume
Las carreras las ganan mis máquinas y las pierden los pilotos.
Enzo Ferrari
Sé que hay una crisis económica y que mucha gente la está pasando realmente mal... Eso es terrible. Pero la mayoría de las personas puede descubrir que es capaz de vivir con un poco menos.
Jane Goodall
No puedes jugar con Riquelme sin jugar para Riquelme.
Jorge Valdano
Aprende a mortificar tus caprichos. Acepta la contrariedad sin exagerarla, sin aspavientos, sin... histerismos. Y harás más ligera la Cruz de Jesús.
Josemaría Escrivá de Balaguer
Y se hizo de día, y como suele pasar en estos casos al alba, eramos dos desconocidos.
Kutxi Romero
Si no me quieres yo tampoco, y me alegro por mí.
Ñengo Flow
Ya no puedo creer en nada, aunque sea increíble.
Oscar Wilde
Oír es ser tocado a distancia. El ritmo está ligado a la vibración. Por eso la música vuelve involuntariamente íntimos unos cuerpos yuxtapuestos.
Pascal Quignard
Los agoristas son rothbardianos estrictos y, yo diría en este caso, aún más rothbardianos que el mismo Rothbard, quién aún tenía algo de confusión en su pensamiento.
Samuel Edward Konkin III
Lolita, luz de mi vida, fuego de mi virilidad. Mi pecado, mi alma.
Wladimir Nabokov