Al escribir esta obra, no he querido añadir nada en absoluto a la belleza de los Diálogos de Platón: no se trata más que de un acto de piedad, de una ensoñación de artista, de un humilde homenaje... La estética de esta obra se consagra a la claridad, la sencillez la acompaña, la dirige. Es todo. No he deseado otra cosa.