Pero en Piura era distinto. En Piura el sol tenía que atraer forzosamente sus miradas y hacerla pensar en él y sentirlo dentro de sí, porque el sol piurano penetra hasta en las cuencas de los ciegos. Es una obsesión.
Cuando la necesidad está de vuelta, olvide las bonitas sillas, los hoteles lujosos. Hay prioridades.