La bestia ya se habÃa convertido en carroña. Estaba muerto, rÃgido y helado, y no se podÃa hacer nada por él.
Emily Brontë
No te rindas, correrÃas el riesgo de hacerlo una hora antes del milagro.
Amélie Nothomb
No es verdad que todos mis colaboradores forzosamente acaben dándose a la bebida. Algunos también se suicidan. ¡Yo no tengo infartos, los provoco!
Billy Wilder
Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
Gabriel GarcÃa Márquez
Los buenos consejos son unas de esas injurias que un hombre de bien debe, si es posible, perdonar; pero en todo caso tiene que olvidar.
Horace Smith
La gente necesita ver el valor de lo que hace.
John C. Maxwell
La escultura no consiste en el simple labrado de la forma de una cosa, sino el labrado de su efecto.
John Ruskin
Cuando tenéis 50 empezáis a pensar cosas en las que no habÃas pensado antes. Yo solÃa pensar que envejecer tenÃa que ver con la vanidad, pero en realidad tiene que ver con perder gente que queréis. Tener arrugas es trivial.
Joyce Carol Oates
Pero también no digo sino aquello que sé, o sea, aquello que oigo; los otros pierden su tiempo en ver y oÃr; yo como no puedo más que oÃr, empleo en hablar lo que lo demás emplean en ver; hablo y hablo mucho; pero qué quiere si me sobra tiempo para eso; y además, ud. sabe que no es trabajo cansador.
Manuel Antonio de Almeida
Que este aire sea testigo de su corazón de largo alcance, y en las trincheras, un omnÃvoro y activo océano sin ventana es la materia... ¿De qué sirven estas estrellas delatoras? Todo deben contemplar ¿Para qué? En la reprobación del juez y del testigo, en un océano sin ventana, está la materia.
Ósip Mandelshtam
Tengo 25 años, 70 centavos en el bolsillo y una sola ambición: llegar a ser actor.
Osvaldo Terranova
Teme a la vejez, pues nunca viene sola.
Platón
Dejé que nadie moleste mi concentración, Incluso el hambre no me podÃa molestar.
Soichiro Honda
¡Tan largo me lo fià is!
Tirso de Molina
Hay que darse cuenta del contraste que existe entre estas cosas (las reales), y las que piensa él.
Virginia Woolf
Él que sobre todas las cosas amaba la muerte, y que quizá sólo amaba a la muerte, amó y vivió con deliberada y pervertida curiosidad, tal y como ama un enamorado que deliberadamente se reprime ante el prodigioso cuerpo complaciente, dispuesto y tierno de su amada, hasta que no puede soportarlo y entonces se lanza, se arroja, renunciando a todo, ahogándose.
William Faulkner