No guardo rencor a los fríos de alma, pero no comprendo quienes puedan ver llorando a la mujer amada, insensibles y en calma.
Émile Armand
Si consideras que yo no sea un musulmán, es tu problema, pero permíteme poner un ladrillo en la mezquita que quieres construir.
Abdus Salam
Mientras el hombre no está amenazado de muerte, no se decide a cambiar.
Alejandro Jodorowsky
Al hombre que hace todo lo que puede no debemos decirle que no hace todo lo que debe.
Antonio de Guevara
No discutamos la opinión de nadie. Pensemos que, si quisiéramos quitarle de la cabeza a alguien todos los absurdos en que cree, podríamos alcanzar la edad de Matusalén sin haber acabado.
Arthur Schopenhauer
Puede que parezca un delincuente curtido, pero soy inocente.
Ben Whishaw
A veces tardamos mucho en comprender qué es lo correcto.
Blanca Miosi
La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren.
Francis de Croisset
El cristiano es sólo un judío de confesión más libre.
Friedrich Nietzsche
Cuanto más tranquilo haga las cosas un hombre, mayor será su éxito, su influencia, su energía. La tranquilidad de la mente es una de las joyas hermosas de la sabiduría.
James Allen
Cuantas más personas matas, más fácil te resulta hacerlo.
James Gandolfini
Tampoco estamos dispuestos, como dice el proverbio, a elegir a nuestro propio carnicero. Estamos decididos a defender nuestras vidas con toda nuestras fuerzas, sin importarnos si el resto del mundo ve la necesidad de esta batalla o no. ¡La guerra total es, por lo tanto, la orden de la hora presente!
Joseph Goebbels
No confíes tu secreto ni al más íntimo amigo; no podrías pedirle discrección si tú mismo no la has tenido.
Ludwig van Beethoven
El método de propaganda más eficaz con relación a las fuerzas enemigas es poner en libertad a los soldados capturados y dar tratamiento médico a los prisioneros heridos.
Mao Zedong
Cuando los adversarios llegan para atacarte, no luchas con ellos, sino que estableces un cambio estratégico para confundirlos y llenarlos de incertidumbre.
Sun Tzu
El amor de los jóvenes en verdad no está en su corazón, sino más bien en sus ojos.
William Shakespeare