-Ustedes son ochenta en el vagón -agregó el oficial alemán-. Si falta alguno, todos serán fusilados como perros... Se fueron. Las puertas volvieron a cerrarse. Habíamos caído en la trampa hasta el cuello. Las puertas estaban clavadas, el camino de retorno definitivamente cortado. El mundo era un vagón herméticamente cerrado.