Jesús de Nazaret murió en la cruz. Sus jueces lo condenaron por incitación a la idolatría, blasfemias y superstición abominable. Unos siglos después, los indios de las Américas y los herejes de Europa fueron condenados por esos mismos crímenes, exactamente los mismos, y en nombre de Jesús de Nazaret se les aplicó castigo de azote, horca o fuego.