Debemos rechazar el concepto subdesarrollado del desarrollo que convertía el crecimiento tecno-industrial en la panacea de todo desarrollo antropo-social, y renunciar a la idea mitológica de un progreso irresistible acrecentándose hasta el infinito.
Pero Dios sabe que no quiero a nadie excepto a ti. Ni siquiera quiero querer a nadie que no seas tú.