¿Un tatuaje? ¿por qué quieres hacerte eso?. ¿Por qué uno va a pagarle a alguien para que le marque el cuerpo para toda la vida? ¿y qué pasa si no te queda bien, Phoebe?; entonces serías como si tuvieras que llevar un peinadofeo para siempre.
David Schwimmer
Nunca hubiera rodado La infancia de Iván si no hubiera encontrado exactamente a la persona correcta para el papel.
Andréi Tarkovski
El que vive de esperanzas corre el riesgo de morirse de hambre.
Benjamin Franklin
El verdadero rival, las fronteras contenedoras, no son más que uno mismo.
David Foster Wallace
Un político es un trasero que se ha reunido con todo el mundo, menos con el hombre.
E. E. Cummings
El concepto hijo del hombre no es una persona concreta, perteneciente a la historia, una realidad singular, irrepetible, sino un hecho eterno un símbolo psicológico desligado del concepto del tiempo.
Friedrich Nietzsche
Los no incautos yerran.
Jacques Lacan
Las mujeres son extremadas en todo: o son mejores o son peores que los hombres.
Jean de la Bruyere
Me he dejado barba porque en mis trabajos con Tom Ford la llevo y me apetecía que me vieran en España con esta imagen que no es habitual en mí. Pero bueno, afortunadamente es de quita y pon.
Jon Kortajarena
Nadie busca irse de un entorno en el que se le acepta como es.
Josu Jon Imaz
Prefiero un príncipe torpe que oiga, a otro agudo y perspicaz que no admita más que sus propias decisiones.
Juan de Mariana
Hablar es un acto de libertad; la palabra es, en si misma, libertad.
Ludwig Feuerbach
Nos hemos acercado muchas veces al fracaso. La mayoría de los emprendedores se acerca a él.
Richard Branson
La eternidad es lo indemostrable. Es por ello que no tenemos, ni podemos tener la certidumbre en el orden de lo trascendental.
Salvador Elizondo
Un pensamiento de alegría crea, por simpatía, otro pensamiento de alegría en otros.
Swami Sivananda
Solemos decir que los inventos y descubrimientos que cambiaron nuestras vidas dependen de máquinas complejas. La verdad, sin embargo, es que seguimos aquí gracias a los porotos.
Umberto Eco