Había cesado el encanto; el hechizo se había roto. Volvimos a ser dos mortales, dos personas jugando en la playa.
Daphne du Maurier
La muerte es una finitud dialéctica. El ser dialéctico, es decir, el hombre, es el único ser mortal, en sentido lato. La muerte de un ser humano difiere esencialmente del fin de un animal o de una planta, así como de la desaparición de una cosa por simple desgaste.
Alexandre Kojève
Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo. Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria.
Eva Perón
Algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza - la vida misma es voluntad de poder.
Friedrich Nietzsche
La sociología es la ciencia con más métodos y menos resultados.
Henri Poincaré
Sin él ni se entiende la música, ni los últimos 50 años.
Joan Manuel Serrat
No creemos lo que pensamos porque vemos lo que vemos, sino que vemos lo que vemos porque pensamos lo que pensamos.
John Verdon
Es imposible que una cosa tan natural, tan necesaria y tan universal como la muerte pueda haber sido destinada a la humanidad, por la providencia, como un mal.
Jonathan Swift
El trabajador es como su jefe.
Jorge González Moore
Leyendo un libro, un día, de repente, hallé un ejemplo de melancolía: Un hombre que callaba y sonreía, muriéndose de sed junto a una fuente.
José Ángel Buesa
Por lo general, los hombres creen fácilmente lo que desean.
Julio César
Estar vivo parece siempre el precio de algo.
Julio Cortázar
Los directores deportivos ya no hacen un buen trabajo. No son competitivos y no tienen autoridad sobre sus corredores. La falta de resultados de equipos francés no es sólo a consecuencia del dopaje.
Laurent Fignon
Mientras dormía todo lo asombraba, jugaba ardorosamente, miraba, oía. Su última palabra: Si volviera a empezar, te encontraría sin buscarte.
Paul Eluard
Las penas pequeñas son locuaces, las grandes son mudas.
Séneca
Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad.
Simón Bolívar