Desde Rabelais, cada generación de Gargantúas siente un horror juvenil por los Holofernes y una gran necesidad de Ponocrates; en otras palabras el deseo siempre renovado de formarse oponiéndose al aire de los tiempos, al espíritu del lugar, y el deseo de florecer a la sombra -¡o, más bien, en la claridad!- de un maestro considerado ejemplar.