La vida interior necesita una casa confortable y una buena cocina.
D. H. Lawrence
Ella no me amó a mí, sino al que yo deseaba ser, y siempre me reprochó que no hubiese cumplido mis deseos.
André Gide
Ninguna cosa hace pobre al avariento como la riqueza.
Fernando de Rojas
Muchas veces nuestras faltas nos aprovechan más que nuestras buenas obras. Las grandes hazañas hacen engreírse a nuestro corazón y le inspiran una peligrosa presunción; mientras que los defectos hacen que el hombre entre dentro de sí mismo y le devuelven aquella prudencia que sus triunfos le habían hecho perder.
François Fénelon
¿No cree usted que tenemos para enseñar una enormidad de cosas en las que nosotros mismos no creemos?
Henrik Ibsen
Una sociedad no se define como desarrollada por la riqueza que tiene sino por la pobreza que no tiene.
Jorge Majfud
Pueblo que se somete, perece.
José Martí
Un estómago que trabaja en falso amanece pronto.
José Saramago
Lo único malo de los hombres es que no los tengo siempre cerca de mi.
Lana Turner
La vida es un pañuelo, es un hermoso juego, es un instante de pólvora y colores y nada más.
Luis Alfredo Arango
Cada lector se encuentra a sí mismo. El trabajo del escritor es simplemente una clase de instrumento óptico que permite al lector discernir sobre algo propio que, sin el libro, quizá nunca hubiese advertido.
Marcel Proust
Con tres rencores hay quien amasa odios por todo el resto.
Mario Benedetti
- ¿Sabía que había algo malo en ella, pero una bruja? - Sí, una bruja con un odio infinito hacia a mí. - Odio no, una maldición requiere devoción.
Michelle Pfeiffer
El arte, no es volver a hacer lo que otros hicieron... es hacer lo que uno ha visto con sus ojos, sentido con sus sentidos, comprendido con su cerebro.
Octave Mirbeau
Sólo los dioses experimentan la muerte. Apolo ha muerto, pero Jacinto aún vive. Nerón y Narciso estarán siempre con nosotros.
Oscar Wilde
No te preocupes, cuando terminen conmigo estaré irreconocible. - Bien. A ver si demostramos un poco de orgullo de distrito para variar, señorita Everdeen, ¿eh?
Suzanne Collins