Envío a Chiara el respeto y la estima de la Iglesia de Constantinopla por su monumental labor de promoción de un amor basado en el Evangelio, entre personas de distintas creencias y formaciones. Me alegro de haber podido visitar a Chiara durante mi último viaje a Roma. Que su alma pueda encontrar la paz allí donde reposan los justos y dondo no existen el dolor, el sufrimiento ni el luto.