El anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña.
Benedicto XVI
Tanto más elocuente era yo, cuanto menos sincero.
Edmond Rostand
Rara... como encendida te hallé bebiendo linda y fatal... Bebías y en el fragor del champán, loca, reías por no llorar...
Enrique Cadícamo
Los hombres, en general, no son sino marionetas maltratadas por un titiritero.
Giovanni Papini
De las mujeres la más vanidosa y la más bonita.
Guadalupe Amor
Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
Horacio Quiroga
Tanto en la política como en la guerra, la primera regla es conocer a tu enemigo.
John Carlin
No importa la edad que tenga, si mantiene el deseo de ser creativo, no envejecerá.
John Cassavetes
Un hombre solo en una casa sola No tiene deseos de encender el fuego No tiene deseos de dormir o estar despierto Un hombre solo en una casa enferma.
Jorge Teillier
Era como una piedra negra en el medio de su alma.
Julio Cortázar
El dinero a la mano es como la lámpara de Aladino.
Lord Byron
La ironía es el humor de la inteligencia.
Rafael Humberto Moreno-Durán
La luz tiene energía, y la energía es equivalente a la masa; en consecuencia la luz también cae.
Richard Feynman
En la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento.
Santiago Carrillo
Conseguir una educación era un poco como una enfermedad de transmisión sexual. Te invalidaba para un montón de trabajos, y entonces tenías la urgencia de pegársela a alguien.
Terry Pratchett
El encanto de la guerra procede asimismo de que es una situación simple, en la que es fácil elegir: el bien se opone al mal, los nuestros a los otros, las víctimas a los verdugos. Si antes el individuo podía pensar que su vida era inútil o caótica, en la guerra adquiere cierta gravedad.
Tzvetan Todorov