Tanto necesita la diligencia de la inteligencia, como al contrario. La una sin la otra valen poco; juntas, pueden mucho.
Baltasar Gracián
El mejor amigo es tu propio corazón.
Alejandro Sanz
Los niños tienen que recordar que cuando se pone algo en Twitter, no es como que susurra a su amigo, lo has puesto en un cartel que el mundo entero, incluyendo a sus propios hijos algún día, se puede ver.
Bill Cosby
Las lenguas tienen dos grandes enemigos, los que las imponen y los que las prohíben.
Fernando Savater
La religión no es otra cosa que el reflejo fantástico que proyectan en la cabeza de los hombres aquellas fuerzas externas que gobiernan su vida diaria, un reflejo en que las fuerzas terrenales revisten la forma de poderes sobrenaturales.
Friedrich Engels
El mérito de las acciones humannas lo da el motivo de las mismas; el desinterés las lleva a la perfección.
Jean de la Bruyere
La Naturaleza guarda bajo llave sus mejores secretos, hasta que alguno se acerca a investigarla reverentemente.
John Ruskin
La publicidad es el factor y la fuerza moral más grande de nuestra vida pública.
Joseph Pulitzer
Si piensas que tus usuarios son idiotas, sólo los idiotas lo usarán.
Linus Torvalds
La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía.
Ludwig van Beethoven
El más tonto sabe más en su casa que el sabio en la ajena.
Miguel de Cervantes
Maldigo a quien te negó el regalo de sentir el Sol, de ver amanecer, de conocer a tu primer amor.
Nach
Lo más importante de la comunicación es escuchar lo que no se dice.
Peter F. Drucker
El dolor es el grito de angustia y el grito de auxilio de la naturaleza amenazada. Esto se aplica, lo mismo que al organismo físico, también al organismo moral, y lo que para los médicos es la patología del organismo humano, es la patología del sentimiento del derecho para el jurista y el filósofo del derecho.
Rudolf von Jhering
Eran dos personas que no podían salir al mundo, así que se crearon el suyo propio.
Tobey Maguire
La noche cayó antes de que el cortejo llegase a la cima del más alto roquedal. Entonces, un viento impetuoso hizo jirones las cortinas de los palanquines y las literas, y dejó a las pobres damas entregadas a todos los furores de la tempestad. La oscuridad del cielo acentuó el terror de aquella noche desastrosa.
William Beckford