Nuestro mayor placer consiste en que se nos admire, y los demás no se prestan sino muy difícilmente a admirarnos, aunque su admiración nos parezca siempre justificada. Así resulta que el hombre más feliz es el que, no importa cómo, llega a admirarse sinceramante a sí mismo. Y mejor aún si sabe encontrar admiración en todo lo que los demás dicen de él.