La libertad de imprenta debería comportar la prohibición más absoluta del anonimato.
Arthur Schopenhauer
Prefiero no tener nada, que ser una mentirosa.
Alicia Keys
Seré un pésimo padre. Le daré todos los caprichos, todos.
Cary Grant
Sé buen oidor y no gran hablador.
Cleóbulo de Lindos
No me gusta aferrarme a las cosas materiales. Tenía una lancha hermosa y un día se me dio vuelta y se me hundió, tenía un departamento y se me incendió, tuve un montón de cosas y las perdí. Mi seguridad es mi fuerza interior, mi espiritualidad.
Daniel Scioli
Miremos sólo al frente, riamos y seamos felices.
Frances Ondiviela
Los escritoresburgueses se debían suicidar como clase. Inevitablemente porque la derecha no lee; la izquierda no tiene tiempo, entonces, ¿quién te lee?
Francisco Umbral
Es un gran pecado privarse de un placer.
François Bernier
El nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltos.
Frantz Fanon
Con respecto a las mujeres, he perdido ya dos virtudes teologales, la fe y la esperanza. Réstame sólo el amor, es decir, la tercera virtud, de la cual no puedo zafarme, aunque quisiera, a pesar de que nada crea ni espere.
Giacomo Leopardi
Sin el espejo del futuro, la realidad sería torpe, mísera, insignificante.
Giovanni Papini
Sólo a los preferidos de Dios se les concede que los sentidos y el corazón no envejezcan y se mantengan toda la vida frescos y agradecidos como en los niños.
Hermann Hesse
No me gusta el romance. Mis gustos son muy singulares. No lo entenderías.
Jamie Dornan
Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la circunstancia de que tú seas el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.
Jorge Luis Borges
Nada hay en el mundo, ni hombre ni diablo ni cosa alguna, que sea para mí tan sospechosa como el amor, pues éste penetra en el alma más que cualquier otra cosa. Nada hay que ocupe y ate más el corazón que el amor.
Umberto Eco
Me desesperaría si no existieses y no me estuvieses esperando aquí con el ansioso aliento de tus fugaces flores.
William Heinesen