Miriam había utilizado poderosamente sus armas de mujer al dejarle con la palabra en la boca mientras se ausentaba escaleras arriba, hacia el tocador de señoras. Las caderas provocando más de lo normal, sus largas piernas dentro de aquellas medias de rejilla. Todo para demostrar que no tenían nada de sexo débil, ellas eran las que regían el mundo.