Trabaja con el espíritu de oración. Estudia las cosas de este mundo, es tu deber; pero míralas solamente con un ojo, y el otro esté fijo en las realidades eternas. Ocúpate de las cosas de este mundo con una mano. Con la otra cógete a Dios como un niño se coge al vestido de su padre... Que mi alma, de hoy en adelante, quede así unida a Dios por Jesucristo.