Los hombres ejercen el poder divino de abrir todas las puertas. Yo sólo puedo abrir algunas. Las puertas son gigantescos ídolos que no ceden gustosos a las mañas de los perros.
Anatole France
Hay que forzar el destino. Si de mi capacidad de iniciativa dependiera, en la vida nunca ocurriría nada.
Amélie Nothomb
La ociosidad, como el moho, desgasta mucho más rápidamente que el trabajo.
Benjamin Franklin
El tren de carga me enseñó cómo gritar. El grito del conductor fue mi canción de cuna. Tengo el blues del tren de carga. Oh Dios nena, lo tengo hasta el fondo de mis zapatos de errante.
Bob Dylan
Soy un fanático de los tatuajes, es cierto. El que más me gusta es el que llevo en la espalda, aunque mi mayor inspiración son mis hijos y mi mujer.
David Beckham
No se sabe nada de la muerte: en el más allá hay censura gubernativa.
Enrique Jardiel Poncela
Si bien lo consideramos, todos estamos desnudos dentro de nuestros vestidos.
Heinrich Heine
Hay que moverse. La vida tiene venenos, pero también otros, que hacen de contravenenos. Sólo corriendo podemos substraemos a los primeros y disfrutar de los otros.
Italo Svevo
Mi rostro visto en el espejo con una expresión de intolerable angustia, tan asolado y abrumado por el dolor que ni siquiera resulta posible llorar delante de algo tan feo, tan perdido.
Jack Kerouac
La libertad política es la condición previa del desarrollo económico y del cambio social.
John F. Kennedy
Vivir es fácil con los ojos cerrados.
John Lennon
¿Creeís que si Laura hubiera sido la esposa de Petrarca hubiese escrito éste sonetos toda la vida?
Lord Byron
Son de desear la pereza del mezquino y el silencio del tonto.
Menandro
Unidos; resistimos. Divididos; caemos. No nos separemos en facciones que deben destruir la unión de la que depende nuestra existencia.
Patrick Henry
No tengo odios y he juzgado y tratado a los hombres siempre por su lado bueno, buscando el rincón que en cada uno de nosotros alberga el soplo divino.
Ramón Carrillo
Una Europa cristiana no habría permitido que países enteros se hundieran en la esclavitud al crédito.
Viktor Orbán