Quieres que sean felices, que tengan una buena vida, que no cometan tus errores. Y no lo hacen: cometen los suyos. En el fondo creo que subyace el deseo de que no crezcan; de que estén siempre a nuestro lado. Pero cuando ves que tus hijos son felices, con sus vidas, sus responsabilidades, entonces la relación fluye y evoluciona con naturalidad.