El pasado es siempre venerable; tocarlo implica un sacrilegio; descuidarlo es inhumano. Desde siempre -y sobre todo en la antigüedad pagana-, la autoridad de una institución estaba justificada (explicada) por su antigüedad. Asimismo, la antigüedad de una familia, de un estado era no sólo un título glorioso, sino también una base muy real de autoridad.