Nadie se ha destruido a sí mismo para hacer un poema. Nadie.
Alejandro Jodorowsky
La navidad me deprime pero la pascua me llena de alegría. Un Dios que se hace niño es desalentador. Un pobre hombre que se hace Dios es otra cosa.
Amélie Nothomb
Quien perdona todo ha debido perdonarse todo.
Antonio Porchia
Podéis esperar más de quien os sirve por odio a un tercero, que de aquellos que os sirven por amistad hacia vosotros.
Charles Chincholle
Tu rosa mi rosa, escribirá llameantes taumaturgias, cuando el cielo llueva luceros de miel y titilen luciérnagas de harina.
Delia Quiñonez
No hablo al Presidente de la República, a quien no conozco, ni al político, del que desconfío; hablo al mexicano, al hombre de sentimiento y de razón, a quien creo imposible no conmuevan alguna vez (aunque sea un instante) las angustias de las madres, los sufrimientos de los huérfanos, las inquietudes y las congojas de la patria.
Emiliano Zapata
La empatía es la cocaína del hombre pobre.
Eyedea
Nadie puede sorportar que no lo perdonen. Ése es un privilegio de Dios.
Graham Greene
Yo creo que cuanto más sepamos, menos serán las cosas que sólo conoce Dios. En otras palabras, cuanto mayor es nuestra ignorancia, más atribuimos a Dios.
Irvin D. Yalom
Holgar con el bien ajeno es ser partícipe de él, piedra de toque fiel en que se conoce el bueno.
Juan Rulfo
Llamo intereses a las orientaciones básicas enraizadas en las condiciones fundamentales de la posible reproducción y autoconstitución del género humano, es decir, en el trabajo y en la interacción.
Jürgen Habermas
Las desilusiones te hacen abrir los ojos y cerrar el corazón.
Marilyn Monroe
¿Estás verde y en crecimiento? o ¿maduro y pudriéndote?
Ray Kroc
De todas las cosas que he hecho, la más vital es coordinar los talentos de aquellos que para mi trabajan y señalarles cual es la meta.
Walt Disney
El hablar conquista al pensamiento; escribir lo domina.
Walter Benjamin
Para las masas en su existencia más honda, inconsciente, las fiestas de alegría y los incendios son sólo un juego en el que se preparan para el instante enorme de la llegada de la madurez, para la hora en la que el pánico y la fiesta, reconociéndose como hermanos, tras una larga separación, se abracen en un levantamiento revolucionario.