El modo en que empleamos la inteligencia, depende de nuestra voluntad. Cuando la voluntad no es desinteresada, el intelecto tiende a emplearse -a no ser que se trate de los campos extrahumanos de las tecnologías, las ciencias o las matemáticas puras-, meramente como un instrumento para la racionalización de las pasiones y los prejuicios y la justificación de los intereses personales.