Sólo aquel que se consagra a una causa, con toda su fuerza y alma, puede ser un verdadero maestro. Por esta razón, ser maestro lo exige todo de una persona.
Albert Einstein
Las palabras, como los rayos X, atraviesan cualquier cosa, si uno las emplea bien.
Aldous Huxley
El mundo no existe sólo para mí. El porcentaje de cosas amargas que me sucedan no variará. Yo no puedo decidirlo. Por eso, comprendí que es mejor ser alegre.
Banana Yoshimoto
Ahora bien, la experiencia muestra más que sobradamente que los hombres se equivocan muchísimo acerca de la religión y que parecen rivalizar en fabricar ficciones según el ingenio de cada uno.
Baruch Spinoza
Un buen libro es patrimonio de todo el mundo.
Clemente XIX
No pases por la vida, crece a través de la vida.
Eric Butterworth
Son las armas las que sostienen las leyes.
Gustavo Bueno
Los impuestos son el modo en que alimentamos a la gallina de los huevos de oro: la libertad, la democracia y la empresa. Hay quien dice, Bueno, esa gallina come demasiado. Probablemente sea cierto. ¡Pero más vale una gallina gorda que ninguna! La tiranía no conoce límites en sus apetitos.
Jim Rohn
Deje de hablar tanto y desarrolle el arte de escuchar.
John C. Maxwell
Conciudadanos del mundo: pregúntense no qué pueden hacer por ustedes los Estados Unidos de América, sino qué podemos hacer juntos por la libertad del hombre.
John F. Kennedy
El progreso social puede ser medido por la posición social del sexo femenino.
Karl Marx
La responsabilidad es nuestra, es de la diligencia política.
María Corina Machado
A orillas del lago de Texcoco floreció el milagro. Pinceles que no eran de aquí abajo, dejaban pintada una imagen dulcísima, que la labor corrosiva de los siglos respetaría maravillosamente.
María de Nazaret
Toda la primavera canta en mi corazón.
Rafael Lasso de la Vega
Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella.
Séneca
No hay nada en el mundo que sea equiparable al secretoamor de una niña que permanece en la penumbra y tiene pocas esperanzas.
Stefan Zweig