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Con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar.
Zygmunt Bauman
Como el ave fénix, el socialismo que renace de cada pila de cenizas dejado día tras día, por los sueños humanos quemados y esperanzas carbonizadas.
El invariable propósito de la educación era, es, y siempre seguirá siendo, la preparación de estos jóvenes para la vida. Una vida de acuerdo con la realidad en la que están destinados a entrar. Para estar preparados, necesitan instrucción, "conocimientos prácticos, concretos y de inmediata aplicación", para usar la expresión de Tullio De Mauro. Y para ser "práctica", una enseñanza de calidad necesita propiciar y propagar la apertura de la mente, y no su cerrazón.
La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir.
Procede capitalismo a través de la destrucción creativa. Lo que se crea es el capitalismo en forma de un "nuevo y mejorado" - y lo que se destruye es auto-sostenible de la capacidad, los medios de vida y la dignidad de los "organismos anfitriones innumerables y se multiplica en el que todos nos sentimos atraídos de una manera u otra.
El progreso, en resumen, ha dejado de ser un discurso que habla de mejorar la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal.
En un mundo de interdependencia mundial sin correspondiente política mundial y algunas herramientas de la justicia global, los ricos del mundo son libres de perseguir sus propios intereses, mientras que sin prestar atención a los demás.
El poder, en pocas palabras, es la capacidad de hacer las cosas, y la política es la capacidad de decidir qué cosas se deben hacer.
Por otra parte, el amor es el anhelo de querer y preservar el objeto querido.
Los intentos de superar esa dualidad, de domesticar lo díscolo y domeñar lo que no tiene freno, de hacer previsible lo incognoscible y de encadenar lo errante son la sentencia de muerte del amor.
El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas.
En nuestra sociedad de consumidores, la necesidad de replicar el estilo de vida recomendado en el momento por los últimos ofrecimientos del mercado y elogiados por portavoces pagados o voluntarios ha dejado de asociarse a la coerción (una coerción externa y, por esta razón, especialmente ofensiva y enojosa). Al contrario, tienden a percibirse como manifestaciones de libertad personal (halagadora y gratificante).
A diferencia de las relaciones reales, son fáciles de entrar y salir de las relaciones virtuales. Se ven elegantes y limpias, se sienten fácil de usar, en comparación con el pesado y lento, desordenado cosas reales.
Las asociaciones se consideran cada vez más a través del prisma de las promesas y expectativas, y como una especie de producto para los consumidores: La satisfacción en el acto, y si no está completamente satisfecho, devuelva el producto a la tienda o reemplazarlo con un nuevo y mejorado uno! Usted no lo hace, después de todo, cumplir con su coche, o una computadora, o iPod, cuando aparecen los mejores.
La fuerza principal de la conducta es hoy la aspiración a vivir como los ídolos públicos.
Cuando una cantidad cada vez más grande de información se distribuye a una velocidad cada vez más alta, la creación de secuencias narrativas, ordenadas y progresivas, se hace paulatinamente más dificultosa. La fragmentación amenaza con devenir hegemónica. Y esto tiene consecuencias en el modo en que nos relacionamos con el conocimiento, con el trabajo y con el estilo de vida en un sentido amplio.
Ninguna clase de conexión que pueda llenar el vacío dejado por los antiguos vínculos ausentes tiene garantía de duración.
Hay otras maneras de encontrar satisfacción, recetas para la felicidad humana, disfrute, digna y significativa, la vida gratificante, que el aumento del consumo que aumenta la producción.
¿Es el sentido del privilegio lo que hace felices a los ricos y poderosos? El progreso hacia la felicidad ¿se mide por número cada vez más reducido de compañeros de viaje?
En una palabra, el PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida.
La felicidad tiene una superioridad.
La modernidad líquida es una civilización de excesos, redundancia, desperdicio y eliminación de desechos.
Amar significa abrirle la puerta a ese destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyos elementos ya no pueden separarse. Abrirse a ese destino significa, en última instancia, dar libertad al ser: esa libertad que está encarnada en el Otro, el compañero en el amor.
Los celulares ayudan a estar conectados a los que están a distancia. Los celulares permiten a los que se conectan... mantenerse a distancia.
Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista.
Es estéril y peligroso creer que uno domina el mundo entero gracias a Internet cuando no se tiene la cultura suficiente que permite filtrar la información buena de la mala.
La cultura consumista insiste en que jurar lealtad eterna a nada y nadie es imprudente, ya que en este mundo de nuevas oportunidades relucientes surgen todos los días.
Estar siempre a entera disposición de los compañeros y jefes de trabajo, así como de los miembros de la familia y los amigos, se convierte no sólo en una posibilidad sino en una obligación, además de una necesidad interior; el hogar del ciudadano inglés puede ser todavía su castillo, pero sus paredes son porosas y no están aisladas del ruido.
Nos han hecho esclavos del consumo, las tiendas, las grandes superficies. La búsqueda de la felicidad equivale a ir de compras.
La intensidad de la indignación, el grado de inflamabilidad y la inclinación a la violencia son factores que tienden a incrementarse cuanto mayor es el tamaño y la densidad de la multitud concentrada... En cuanto se produce la condensación adecuada, hasta los individuos más moderados y pacíficos pueden amalgamarse y cuajar en una multitud enfurecida.
El país de las oportunidades prometía más igualdad. El país de las personas con agallas solo puede ofrecer más desigualdad.
Además de tratarse de una economía del exceso y los desechos, el consumismo es también, y justamente por esa razón, una economía del engaño. Apuesta a la irracionalidad de los consumidores, y no a sus decisiones bien informadas tomadas en frío; apuesta a despertar la emoción consumista, y no a cultivar la razón.
La nuestra es una sociedad de consumo: en ella la cultura, al igual que el resto del mundo experimentado por los consumidores, se manifiesta como un depósito de bienes concebidos para el consumo, todos ellos en competencia por la atención insoportablemente fugaz y distraída de los potenciales clientes, empeñándose en captar esa atención más allá del pesta.
La fuerza de sustentación de un puente no es la resistencia media de los pilares, pero la fuerza del pilar más débil. Siempre he creído que no se mide la salud de una sociedad por el PNB, sino por la condición de su peor situación.
Ser "artista por decreto" significa que no acción también cuenta como acción; además de nadar y navegar, dejarse llevar por las olas se considera a priori un acto de arte creativo y retrospectivamente suele registrarse como tal... ¿quién puede saber cuál será el billete que ganará en el próximo sorteo de lotería? Sólo el billete no comprado carece de posibilidades de ganar.
En una sociedad de consumo, la gente se revuelcan en las cosas, fascinantes, cosas agradables. Si se define el valor de las cosas que se adquieren y rodearse de, la exclusión es humillante.
Sospecho que uno de los activos fundamentales del capitalismo se deriva del hecho de que la imaginación de los economistas, incluyendo a sus críticos, está muy por detrás de su propia inventiva, la arbitrariedad de su empresa y la crueldad de la manera en que procede.
Hoy la cultura no consiste en prohibiciones sino en ofertas, no consiste en normas sino en propuestas. Tal como señaló antes Bourdieu, la cultura hoy se ocupa de ofrecer tentaciones y establecer atracciones, con seducción y señuelos en lugar de reglamentos, con relaciones públicas en lugar de supervisión policial: produciendo, sembrando y plantando nuevos deseos y necesidades en lugar de imponer el deber.