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Con frecuencia pedimos al cielo recursos que residen en nosotros mismos. El destino celeste nos deja libres en nuestras acciones y no retarda nuestros designios, sino cuando somos lentos en ejecutarlos.
William Shakespeare
La calumnia vive hereditariamente y se establece a perpetuidad allí donde toma posesión.
Me atreveré a todo lo que pueda hacer un hombre. Quien se atreva a más es insensato.
Hay una divinidad que forja nuestros fines, por mucho que queramos alterarlos.
Quien quiera comer la nuez ha de romper la cáscara.
La misma virtud se torna vicio, cuando se aplica mal.
La prudencia puede detener un momento lo que no es capaz de impedir para siempre; pues, en un arrebato, los consejos, embotando un poco nuestra pasión, consiguen aguzar nuestra inteligencia.
La clemencia que perdona a los criminales es asesina.
El alcohol provoca el deseo pero frustra la ejecución.
¿Quién podría soportar los latigazos y burlas de la vida, las injusticias del opresor, las contumelias de un hombre orgulloso, las angustias de un amor desdeñado, las dilaciones de la ley, las insolencias de la servidumbre y los desprecios que un hombre de mérito recibe de gentes indignas, cuando todo podría concluirse con un simple estilete?
Romeo: El amor es un humo que sale del vaho de los suspiros; al disiparse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes; al ser sofocado, un mar nutrido por las lágrimas de los amantes; ¿qué más es? Una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva.
Quien se eleva demasiado cerca del sol con alas de oro las funde.
La virtud misma no puede librarse de los golpes de la calumnia.
Presta el oído a todos, y a pocos la voz. Oye las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión.
No hay quien sea enteramente inaccesible a la adulación, porque el hombre mismo que manifestase aborrecerla, en alabándole de esto, es adulado con placer suyo.
No temáis a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande.
La sangre joven no obedece un viejo mandato.
Lloramos al nacer, por tener que entrar en este gran escenario de locos.
¡Maldito matrimonio! ¡Que tengamos que llamar nuestras a esas delicadas criaturas y no a sus apetitos! Yo preferiría ser un sapo y vivir de los vapores de un calabozo, que tener reservado para uso de otros un rincón en el corazón de aquella a quien amo.
Más hechos y menos arte.
El buen predicador es el que sigue sus propios preceptos.
El abuso de la grandeza existe cuando ésta separa del poder el remordimiento.
No hay ciencia que descubra los artificios de la mente por la apariencia del rostro.
La que en hombres apocados llamamos paciencia, en los pechos esforzados no es sino cobardía.
Un juez recto, es un juez sabio.
La ira es un caballo fogoso; si se le da rienda suelta, se agota pronto por un exceso de ardor.
Con toda franqueza te dije que toda mi riqueza iba oculta en mis venas: yo era un caballero.
El aprendizaje es un simple apéndice de nosotros mismos; dondequiera que estemos, está también nuestro aprendizaje.
Pesas promesas con juramentos y pesaréis la nada.
La autoestima no es tan vil pecado como la desestimación de uno mismo.
Cuando son dos a cabalgar en un caballo, uno de ellos tiene que ir detrás.
Las sensaciones extremas, cuando se prolongan, acaban por no sentirse.
¡Cuán amargo es mirar la felicidad a través de los ojos de otra persona!
Amor no sigue la fugaz corriente de la edad, que deshace los colores de los floridos labios y mejillas.
Los que juegan diestramente con las palabras, pronto las hacen livianas.
A fin de cuentas, lo cierto es cierto.
El precio de las cosas debería depender de su mérito, jamás de su epíteto.
Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez.
Y el vicio es algunas veces dignificado por accidente.
El amor es demasiado joven para apreciar lo que es conciencia, y, sin embargo, todos saben que la conciencia es engendro del amor.