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Llegué a Nueva York por un milagro, cuando tenía trece años me escapé. Mi padre iba a casarme con un viejo de sesenta años porque le daba cinco camellos. Yo era especial, rebelde. Las niñas son educadas para trabajar y ser ofrecidas en matrimonio. Eso quieren los padres para sus hijas.
Waris Dirie
La única hermosura que valoro es la del alma.
¡Estábamos bien! Unidos: mi madre, mis hermanos, mi padre... me pegaba pero... él mandaba. Era un hombre fuerte, alto, sólido, guerrero. Pero debo decir que años después cuando estaba en Nueva York, habría preferido un bofetón de mi padre a esa soledad.
Este es mi libro más intimista. Hay heridas sin cicatrizar. El deseo de ver a mi madre de nuevo... olvidarla... fue intenso. Tuve que darme cuenta de que el amor y el sufrimiento están muchas veces conectados. Trabajar en este libro fue doloroso, pero una experiencia realmente necesaria para mí
La madre se ocupa de que su hija sea pura y limpia, virgen, y por eso la mía con cinco años me llevó a la ablación. Por amor a mí. ¡Y yo, claro, quería ser pura y limpia! En Somalia se practica la ablación más severa: se extirpan clítoris y labios menores de la vagina.
Lo peor era estar descalza, el suelo erizado de piedras, no podíamos pagarnos unas sandalias. ¡Cómo me sangraban los pies! No teníamos nada, ni casa, ni agua, éramos nómadas... pero teníamos el rebaño y a nosotros mismos.
Nací en el desierto de Somalia, no sé la edad que tengo, lo único que sé es que cada día es nuevo. ¿33 años? ¿36 años? ¡qué más da! en el desierto no hay papeles ni falta que hacen. El desierto fue mi hogar durante toda mi infancia, yo pastoreaba el rebaño de camellos y cabras de mi padre.