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La vida. Es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos envuelve desde que tenemos una conciencia hasta el final.
Virginia Woolf
Y de nuevo volvió a sentirse sola ante la presencia de su eterna antagonista: la vida.
Parece como si una era de genio debe ser sucedido por una época de labor; disturbios y la extravagancia de la limpieza y el trabajo duro.
Creo que todas las novelas tratan del carácter y que es para expresar el carácter, no el sueño de doctrinas, el cantar canciones o el celebrar las glorias del Imperio Británico que la forma de la novela, tan rica, elástica y viva, va evolucionando.
Puede estar empezando a emplear la escritura como un arte, no como un instrumento de autoexpresión.
La culpa era de las mujeres. Las mujeres hacen que la civilización sea imposible con todo su encanto y demás tonterías.
Casadas contra su voluntad, encerradas en un cuarto, y con una sola tarea, ¿cómo podría el dramaturgo hacer de ellas una semblanza completa o interesante verídica? No quedaba otro intérprete que el amor.
En su vida había sido tan feliz. Sin decir palabra hicieron las paces. Descendieron hacia el lago. Gozó de veinte minutos de perfecta felicidad.
Si se atuvieran a la propia experiencia, sentirían siempre que eso no es lo que quieren, que no hay nada más aburrido y pueril e inhumano que el amor, pero, que al mismo tiempo, es bello y necesario.
Si, he estado pensando: vivimos sin un futuro. Eso es lo sorprendente: con las narices apretujadas contra una puerta cerrada.
El señor Ramsay abrió los brazos al tropezar en el pasillo una mañana oscura, pero, como la señora Ramsay había muerto de forma inesperada la noche anterior, los brazos extendidos siguieron vacíos.
Las palabras de autoridad quedan corrompidas por quienes las pronuncian.
Las cosas por las que se nos conoce, es meramente pueril. Por debajo todo es oscuro, vasto y de una profundidad insondable; solo de vez en cuando salimos a la superficie y eso es lo que ven los demás.
Como mujer, no tengo país. Como mujer, mi país es el mundo entero.
Los ojos de los demás son nuestras cárceles, sus pensamientos nuestras jaulas.
Eran cosas de las que ella no entendía nada, pero su marido tenía la pasión de perseguir la verdad, era su manera de ser.
He de mover los pies con gran cautela, para no rebasar los límites del mundo y caer en la nada. He de golpear con la mano una dura puerta, para llamarme a mí misma y volver a entrar en el cuerpo.
La muerte es el enemigo. La muerte es contra lo que cabalgo con la espada envainada y el pelo flotando al viento.
¡Qué fuerza tiene el alma humana!
No son las catástrofes, los asesinatos, las muertes, las enfermedades las que nos envejecen y nos matan; es la manera como los demás miran y ríen y suben las escalinatas del bus.
Cuando vio este nuevo libro sobre su mesa de noche, apilado sobre el que había terminado la noche anterior, estiró la mano automáticamente, como si leer fuera la primera y única tarea evidente del día, la única forma viable de negociar el tránsito del sueño al deber.
Y de nuevo volvió a sentir que la vida volvía a tener suficiente fuerza para arrastrarla y hacerle reemprender sus tareas, de la misma manera que el marinero ve, no sin cierto tedio, cómo el viento vuelve a henchir su vela pero no siente el deseo de irse otra vez, y piensa que si el barco se hundiera, bajaría con él girando y girando hasta encontrar descanso en el fondo del mar.
Porque todas las comidas se han cocinado, los platos y las tazas lavado; los niños enviados a la escuela y arrojados al mundo. Nada queda de todo ello; todo desaparece. Ninguna biografía, ni historia, tiene una palabra que decir acerca de ello.
Compraba las colinas con baluartes, con el pecho de las palomas, con el anca de las terneras. Comparaba las flores con el esmalte, el césped a las alfombras turcas adelgazadas por el uso. Los árboles eran brujas decrépitas, las ovejas peñas grises. Cada en cosa, efecto, era otra cosa.
Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en sus obras.
Sí, siempre mantened los clásicos a la mano para prevenir la caída.
Nos produce náusea la vista de personalidades triviales que se descomponen en la eternidad de lo impreso.
Madurar es perder algunas ilusiones para empezar a tener otras.
La escritura no es sino ritmo.
Convencido como estaba de que todo era una pura calamidad, tal idea no pareciera deprimirle sino, por el contrario, levantarle la moral.
Los trajes no son otra cosa que símbolos de algo escondido muy adentro.
Sólo Dios sabe por qué la amamos tanto, por qué la vemos como la vemos, inventándola, construyéndola a nuestro alrededor, derribándola a cada momento; porque hasta las mujeres menos atractivas que pudiera imaginarse, los desechos más miserables que se sentaban en los umbrales de las puertas (derrotados por la bebida) hacían lo mismo; estaba totalmente convencida de que ninguna ley lograría dominarlos, y por esa misma razón: la de que ellos amaban la vida.
Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien.
Un buen ensayo debe tener esta cualidad permanente; debe bajar su cortina alrededor nuestro, pero debe ser una cortina que nos encierra dentro, no fuera.
Las mujeres han servido todos estos siglos de espejos que poseían el poder mágico y delicioso de reflejar la figura de un hombre el doble de su tamaño natural.
Es vano y una tontería el hablar de conocer el Griego.
De niños, nuestras vidas fueron gongs golpeados; clamor y alarde; llanto de desesperación; palmadas en la nuca en los jardines.
Pero para hacerte entender, para darte mi vida, debo contarte una historia -y hay tantas y tantas- y ninguna de ellas es verdad.
Desarrolló una religión atea que consistía en hacer el bien por el bien.
Es curioso cómo instintivamente una protege la imagen de sí mismo de la idolatría o cualquier otro tipo de manipulación que podría hacer ridículo, o muy a diferencia de la original que se cree más.