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El rendirse a la fuerza, yo creo que es de ánimos valerosos.
Vicente Espinel
Los ojos son arcabuces y lumbreras del alma.
Hay algunos jueces, aunque pocos, que no quieren dejar delito para el tribunal de Dios.
Arrepentirse del bien que se ha hecho no cabe en ánimos nobles.
Vive con seguridad quien hace lo que puede sirviendo.
Haré con vuestra merced lo que con mis amigos, que es en la elección aconsejarles le mejor que sé, y en la determinación, ayudarles lo mejor que puedo.
Quien tiene aliento para asirse tropezando, también lo tendrá para levantarse cayendo: quien se arrepiente, cerca está de la enmienda.
Las desgracias nos traen a la memoria las misericordias de Dios, y no los pecados, por que las merecemos.
La melancolía acomete a los holgazanes.
Quien quisiera meter cizaña entre dos grandes amigos, haga que jueguen el uno contra el otro, que no ha menester más fuerza el diablo para hacerles grandes enemigos: tal es la fuerza del odio que se cobra en el juego.
El que con buen ánimo acomete el trabajo, la mitad tiene hecho.
Hago el bien que puedo con lo poco que tengo, que es más de lo que yo merezco.
Los agravios no se han de recibir, si no van muy descubiertos, y aun desto se ha de quitar cuanto fuere posible, desapasionándose y haciendo reflexión en si lo son, o no.
Más agradece el enfermo la medicina que le cura, que no el consejo que le preserva.
Al daño hecho es mala la corrección temprana.
Los libros hacen libre a quien los quiere bien.
El vino templado con agua da esfuerzo al corazón, color al rostro, quita la melancolía, alivia el camino, da coraje al más cobarde, templa el hígado, y hace olvidar todos los pesares.
La codicia coge y ciega todas las potencias.
El obedecer a nuestro superior es hacerlo esclavo nuestro.
La traición la emplean únicamente aquellos que no han llegado a comprender el gran tesoro que se posee siendo dueño de una conciencia honrada y pura.
Los padres, o por tener más experiencia que los hijos, o por ser hechura suya y conocer sus inclinaciones, o por haberlos criado y conocer de qué pie cojean, o por el amor entrañable que les tienen, son algo profetas de los bienes o de los males de los hijos.
Si bien quisieran los hombres sencillos advertir a las cautelas, echarían de ver que una cortesía sin tiempo, una amistad sin razón ni conocimiento, un comedimiento no acostumbrado, unas ceremonias no debidas, traen consigo más daño que provecho para aquel con quien se usan.