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Cuentan que hay una raza noble de caballos que, cuando se sienten muy sofocados y batidos, se muerden ellos mismos, por instinto, una vena para poder recobrar el aliento. Lo mismo me ocurre a mí muchas veces: quisiera abrirme una vena que me procurase libertad eterna.
Ugo Foscolo
¿Tengo que decirte esto a ti que tantas veces has tenido que sobrellevar el peso de verme pasar de la tristeza a la loca extravagancia, de la dulce melancolía a la depravada pasión?
Para hacernos honorables en el mundo y para tranquilizar nuestra propia conciencia, confiamos más en los vicios ajenos que en las virtudes propias.
La muerte es una dispensadora de gloria a los hombres de alma grande.
A la sombra de los cipreses y dentro de una urna sepulcral regada por el llanto, ¿es tal vez menos duro el sueño de la muerte?
No hay principio de filosofía o de religión que no pueda ser bien o mal aplicado; todo depende del corazón, de la índole de nuestro corazón.
La riqueza es estimada más que todo aquello que con ella se puede conseguir, y menos que aquellas cosas que no puede dar.
Dos grandes bienes he sacado del estudio: engañar mediante él, el hastío y las pasiones de esta vida que huye, sin llegar a estimarlo tanto que llegase al extremo de macular con él la libertad y la dignidad de mi corazón.
Un hombre tiene muchas vías de salvación, y como último remedio la tumba.
Una parte de los hombres actúan sin pensar y la otra piensa sin actuar.
El recurso final del hombre destruido es el delito.
El desprecio es un sentimiento del que pocos, muy pocos mortales, son verdaderamente capaces; el odio es mucho más frecuente.
Aprecio al dinero más que a todas aquellas cosas que el dinero puede dar, pero menos que a las cosas que no podrán nunca alcanzarse con el dinero y que son las más excelentes aun en esta mísera vida.
Las lágrimas enseñan a arrepentirse de las faltas propias y a compadecer a los demás, y a verter un poco de la miel y el aceite que se tiene en el corazón sobre las heridas de la humanidad.
Creo que el deseo de saber la historia de los tiempos pasados sea hijo de nuestro amor propio, que quisiera hacerse la ilusión y prolongar la vida uniéndose a los hombres y a las cosas que ya no existen, y haciéndolos, me atreveré a decir, propiedad nuestra. Se place la imaginación en espaciarse entre los siglos y en poseer otro universo.
Me dejaré arrastrar por el brazo prepotente de mi destino.
La decrepitud acaso la da Dios en pena a quien deseó vivir demasiado.
La naturaleza estableció que todas las cosas sean vanas y que todas parezcan reales.
El odio es la cadena más abominable con la que una persona puede obligar a otras.