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Ni tampoco debemos pensar que hay gran diferencia de un hombre a otro, sino que es más sabio y discreto aquel que muestra su saber en tiempo de necesidad.
Tucídides
Los enemigos serán más duros de combatir si les acometemos cuando estén fuera de sus naves, porque viendo que ya no pueden volver atrás sin gran peligro, pelearán mejor.
Es de suyo obvio que el cálculo, facultad príncipe del estadista, incluye al futuro o, por mejor decirlo, el cálculo es, en grado de excelencia, previsión, puesto que en ello está su principal utilidad.
Si estos bárbaros creen más seguro espantarnos de lejos con sus voces y alaridos sin exponerse a peligro de batalla, que venir con nosotros a las manos, porque de otra suerte antes vendrían al combate que hacer todas esas amenazas, juzgad el temor que se les puede tener, grande de ver y oír, pero muy pequeño al pelear.
Buscamos la belleza sin lujo.
Entre hombre y hombre no hay gran diferencia. La superioridad consiste en aprovechar las lecciones de la experiencia.
El verdadero, el temible enemigo es el error en el cálculo y en la previsión.
En aprieto y en lugar estrecho no es fácil retirarse en el momento de peligro ni revolver los barcos, que es toda la obra y arte de las naves ligeras y de buenos marineros; antes es forzoso combatir como si estuviesen en tierra firme entre gente de infantería, y en tal caso, los que poseen más naves tienen más ventaja.
Así, pues, como hombres valientes y animosos, acordándoos de vuestra virtud y esfuerzo, acometed con ánimo y corazón a vuestros enemigos, y pensad que la necesidad en que podemos encontrarnos es mucho más de temer que las fuerzas y poder de los enemigos.
Estad firmes y quedos en estas rocas y peñas que tenéis por parapetos, y defendeos valerosamente de vuestros enemigos para guardar la plaza y con ella vuestras personas.
La fortaleza de un ejército estriba en la disciplina rigurosa y en la obediencia inflexible a sus oficiales.
Porque así como a la ciudad que tiene quietud y seguridad, le conviene no mudar las leyes y costumbres antiguas, así también a la ciudad que es apremiada y maltratada de otras, le cumple inventar e imaginar cosas nuevas para defenderse; y ésta es la causa porque los atenienses, a causa de la mucha experiencia que tienen, procuran siempre novedades.
La historia es un incesante volver a empezar.
Cuanto más, que no debemos llorar porque se pierdan las tierras y posesiones si salvamos nuestras personas, pues las posesiones no adquieren ni ganan a los hombres sino los hombres a las posesiones.
Lo que a vosotros toca es que cada cual, dentro de su barco, guarde la ordenanza y sea muy obediente para hacer pronto lo que le fuere mandado, porque las más veces la ocasión de la victoria consiste en la presteza y diligencia en acometer cuando es tiempo.
Los hombres pueden soportar que se elogie a los demás mientras crean que las acciones elogiadas pueden ser ejecutadas también por ellos; pero en caso contrario sienten envidia.
Quien puede recurrir a la violencia no tiene necesidad de recurrir a la justicia.
La mujer es algo mientras que el hombre no es nada.
La guerra consiste no solamente en las armas, sino también en el dinero, por medio del cual las armas pueden ser útiles y muy provechosas.
Hombres ilustres tienen por tumba la tierra entera.
No es el debate el que impide la acción, sino el hecho de no ser instruido por el debate antes de que llegue la hora de la acción.
Reconocer la pobreza no deshonra a un hombre, pero sí no hacer ningún esfuerzo para salir de ella.
Recordad que el secreto de la felicidad está en la libertad, y el secreto de la libertad, en el coraje.
Después que todos estuvieron a punto en orden de batalla, así de una parte como de la otra, cada capitán animaba a sus soldados lo mejor que sabía.