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El que no se sujeta de buena gana a su superior, señal es que su carne aún no le obedece perfectamente, sino que muchas veces se resiste y murmura.
Tomás de Kempis
La obra exterior sin caridad no aprovecha, pero lo que se hace con caridad, por poco y despreciable que sea, se hace todo fructuoso.
Los que se tienen por sabios rara vez se dejan humildemente dirigir por otros.
Si supieses toda la Biblia a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios?
Para poder escapar las penas eternas de la otra vida, procura sufrir tranquilamente por Dios los males de ésta.
Si vieres alguno pecar públicamente, o cometer culpas graves, no te debes juzgar por mejor, porque no sabes cuánto podrás perseverar en el bien.
La sabiduría no sirve de nada si tú no la diriges.
¡Qué vida ésta en que no faltan tribulaciones y miserias, en que hay emboscadas y enemigos por doquier!
Vale más tener menos, que más con peligro de soberbia.
Aprende, pues, a sujetarte prontamente a tu superior, si deseas tener tu carne sujeta. Porque tanto más presto se vence el enemigo exterior, cuanto no estuviere debilitado el hombre interior.
Necesario es que tengas verdadero desprecio de ti mismo, si quieres vencer la carne y la sangre. Porque aún te amas muy desordenadamente, por eso temes sujetarte del todo a la voluntad de otros.
Si hay gozo en el mundo, el hombre de puro corazón lo posee. Y si en algún lugar hay tribulación y congojas, es donde habita la mala conciencia.
Gran honra, grande gloria, servirte, desdeñando todo por ti.
Ninguna cosa, por pequeña que sea, pasará sin mérito a la vista de Dios, siempre que se lleva por Dios.
No dependa tu paz de la palabra de los hombres, pues digan de ti bien o mal no serás por eso diferente.
Cuando se busca uno a sí mismo, deja en el acto de amar.
Juzgar a los demás es un trabajo estéril.
Es fuerza que el amante sufra gustoso toda clase de penas y amarguras por su Amado.
Habrá que mortificar la carne y obligarla a obedecer al espíritu, hasta que esté dispuesta a todo.
Señor, abre mi corazón a la inteligencia de tu ley; enséñame a vivir conforme a tus mandamientos.
El amor se fatiga pero no se rinde; se le estrecha, pero no revienta, se le atemoriza, pero no se intranquiliza.
La costumbre con la costumbre se vence.
No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más.
No confíes en tus sentimientos, porque, sean cuales sean ahora, muy pronto habrán cambiado.
El amor no hace caso de dádivas: atiende al que las da mucho más que a todas sus dádivas.
Lucha virilmente y soporta con paciencia.
Haz uso de los bienes temporales; aspira a poseer los eternos.
Tú que sabes disimular y excusar muy bien tus faltas y no quieres oír las disculpas de los otros, más justo sería que te acusases a ti y excusases a tu prójimo.
Mejor es esconderse y cuidar de sí, que con descuido propio hacer milagros.
No permitas que tu tranquilidad dependa de los sentimientos de los hombres. Cualquier cosa que digan acerca de ti, buena o mala, no lo eres a causa de otro hombre; porque así eres tú.
El amor de Jesús es noble, lo empuja a uno a hacer grandes cosas.
Sin trabajo no se obtiene descanso, como sin lucha no se consigue la victoria.
He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos.
La serenidad no es estar a salvo de la tormenta, sino encontrar la paz en medio de ella.
Es mejor saber poco y entender poco, pero con humildad, que saber muchísimo, pero con soberbia.
¡Cuán rápido pasa la gloria del mundo!
Cualquier cosa, por pequeña que sea, si se ama o mira desordenadamente, nos estorba gozar del sumo bien, y nos daña.
Si con más frecuencia pensases en tu muerte que en vivir largo tiempo, no hay duda de que te enmendarías con mayor fervor.
Si te dignas consolarme, bendito seas; si me quieres ver afligido, seas igualmente bendito sin cesar.
El amante prudente no considera tanto las dádivas del amado como su amor.